Este 8 de marzo, desde las 08:30 en Plaza Italia, Mendoza vivirá una jornada de lucha y resistencia con la confluencia del Contracarrusel y la marcha por el Día Internacional de la Mujer Trabajadora. Ambas movilizaciones, aunque con enfoques distintos, se unen en reclamos comunes: justicia social, defensa de los derechos y en oposición a las políticas de ajuste y extractivismo. Desde allí, lxs manifestantes marcharán frente al palco oficial de autoridades, llevando consignas contra la megaminería, por el agua, aumentos salariales y contra el desmantelamiento de las políticas de genero.
Contracarrusel: Resistencia frente al poder
El Contracarrusel, que se realiza desde 2008 en paralelo al Carrusel de la Vendimia, es una expresión de lucha organizada por asambleas, gremios y autoconvocados. Este año, la movilización exigirá la liberación de Mauricio Cornejo, detenido por su participación en las protestas contra la megaminería en Uspallata, y renovará el compromiso del pueblo mendocino en rechazar los avances extractivistas, como el proyecto San Jorge.

8M: Feminismo y lucha colectiva
En el Día Internacional de la Mujer Trabajadora se convoca a colectivos feministas, organizaciones sociales y sindicatos en conmemoración de la histórica fecha. Las movilizaciones denuncian, el ajuste económico, la represión y el intento de borrar la figura de femicidio en medio de un gran crecimiento de aumento de los casos de violencia de género, responsabilizando a los gobiernos de Javier Milei y Alfredo Cornejo.
La articulación con el Contracarrusel refleja la unidad entre las luchas socioambientales y feministas, destacando la importancia de defender el agua, la vida y los derechos de las mujeres y disidencias.

Una jornada histórica
La coincidencia el Contracarrusel y el 8M en un mismo día y lugar no es casual. Mientras que en el Carrusel se celebra la “identidad mendocina”, las otras dos movilizaciones buscan visibilizar las demandas urgentes de un pueblo que resiste al extractivismo, la represión, la desigualdad.
Sin embargo, esta confluencia de luchas no está exenta de desafíos. Por un lado, la convivencia en el espacio público entre quienes participan de una festividad oficial y quienes se movilizan en protesta puede generar tensiones. La apropiación de la vía pública para manifestaciones de descontento suele ser objeto de intentos de criminalización, y en este contexto, no se descartan acciones de hostigamiento, provocación o represión por parte de las fuerzas de seguridad.
Por otro lado, dentro del mismo espacio de protesta confluyen sectores diversos, con reclamos específicos que, aunque conectados en la lucha por la justicia social, no siempre coinciden en sus estrategias o enfoques. La articulación entre organizaciones socioambientales, sindicales y feministas requiere de acuerdos y consensos para sostener la unidad en la acción sin diluir la potencia de cada reivindicación.
Este 8 de marzo, Mendoza será testigo no sólo de una movilización multitudinaria, sino también de un ejercicio de resistencia que pondrá a prueba la capacidad de estos movimientos para fortalecerse en la diversidad, enfrentar las adversidades y sostener sus reclamos en un contexto de creciente ajuste y conflictividad social.
Por Santiago Algoberro